
¿Y si el ego no fuera tu enemigo… sino tu jefe en silencio? He trabajado con líderes brillantes —algunos admirables, otros temidos— y hay un patrón que se repite más de lo que imaginamos: cuando el ego toma el volante el equipo frena. Y lo peor es que casi nadie se atreve a decirlo
Déjame contarte algo que me encontré hace poco. Estaba con un director de 40 años, súper exitoso... resultados evidentes, carisma natural. Pero en una reunión, cuando su equipo intentó sugerir mejoras, él simplemente los paralizó con una mirada. Nadie dijo nada. Se formó un silencio incómodo.
Ese momento me regresó a una pregunta que me hago una y otra vez: ¿Qué ocurre cuando el ego crece y nadie osa tocarlo? Lo que vi fue muy poderoso: proyectos paralizados, ideas guardadas, equipos asustados. Un ego inflado no es sólo un tema personal… puede convertirse en un boomerang para la organización.
¿Qué pasa cuando el ego se vuelve el protagonista?
En psicología positiva hablamos de cultivar un ego funcional: ese ego equilibrado que te hace sentir seguro/a, confiado/a, que te ayuda a poner límites y defender tus necesidades sin caer en arrogancias ni egocentrimos. Pero cuando el ego se desborda, se vuelve rígido e intimidante.
¿Has visto esto?
- Un líder que ignora el feedback.
- Uno que acumula demasiado control.
- Otro que se lleva todo el crédito.
Eso no es liderazgo, es cortocircuito organizacional.
Porque el ego te empieza a pasar factura:
- Decisiones sesgadas: asumes que siempre tienes la mejor respuesta.
- Voces silenciadas: tu equipo teme sugerir o contradecir.
- Microgestión constante: controlas todo porque no confías en tu equipo.
- Cultura tóxica: nadie quiere asumir riesgos si puede equivocarse.
Era exactamente lo que pasaba con aquel director: tenía equipos tímidos, sin propuestas, sin iniciativa. El resultado era claro… pero todo siguió como si nada.
¿Y si te digo que el ego bien gestionado puede ser tu mejor aliado?
1. Empieza por la autoconciencia
El primer paso es darte el permiso de decirte:“Mi ego a veces se activa más de lo necesario". Recuerdo que este director lo reconoció en una de nuestras sesiones. Lo dijo en voz alta, sin justificarse, y en ese momento su cuerpo cambió: se relajó, dejó de resistir, y empezó a ver con más claridad. Ese fue su primer gesto real de liderazgo consciente.
2. Crea un espacio seguro para el feedback
Organiza una dinámica 360° con tu equipo. Puede ser anónima si eso les da más confianza. Lo importante es que las preguntas inviten a la honestidad:
¿Hay momentos en los que sienten que no escucho?
¿Hay algo en mi estilo que los haga callar en vez de hablar?
Esto no es terapia. Es liderazgo maduro. Porque el crecimiento no sucede en el silencio. A veces, solo hace falta una voz que se atreva… y un líder que esté dispuesto a escucharla.
3. Haz del agradecimiento un acto de liderazgo
Hay un hábito sencillo que cambia dinámicas enteras: agradecer de forma auténtica. Reconoce a un colega por su aporte, al equipo por su compromiso, a esa persona que sostuvo el día con un pequeño gesto. No necesitas discursos ni correos largos. Solo intención real. La psicología positiva lo confirma: la gratitud fortalece vínculos, genera confianza y reduce la tensión que el ego suele inflamar.
4. Activa tu ego desde tus fortalezas
Céntrate en tus fortalezas naturales…
Si eres estratégico, úsalo para inspirar, no sólo para controlar.
Si eres empático, déjalo brillar en momentos de liderazgo fuerte.
Si tienes iniciativa, utilízala para dar espacio a otros.
No es mutarse. Es liderar desde tu mejor versión, no desde el miedo a perder autoridad.
5. Lidera con humildad y autenticidad
La vulnerabilidad es un adhesivo social. Cuando confiesas que "a veces me equivoco", tu equipo respira y se atreve a hacerlo también. Brené Brown lo llama ‘liderazgo valiente’ por una razón: atrae la confianza, no fuga de poder.
He visto este tipo de transformaciones en líderes que deciden observarse con valentía. No siempre ocurre en sesiones formales. A veces, pasa en una conversación casual. En un silencio incómodo. En una reunión donde se dan cuenta de que nadie se atrevió a decir nada.
Esa es la señal. No de que han fallado. Sino de que ya es momento de liderar distinto. Cuando el ego se baja del pedestal, el equipo se sube al juego. Y ahí es donde empieza el liderazgo real.
Y si tu ego lidera por ti, te invito a un desafío para esta semana
- Identifica cuándo tu ego actúa sin filtro.
- Solicita feedback estructurado a alguien en quien confías.
- Regala gratitud sincera a alguien que haya hecho que tu día fuese mejor.
- Conecta una fortaleza tuya con una acción del día: lidera desde ella.
Y si alguna vez te sientes cansado/a de sostenerlo todo desde el ego…recuerda que la opción no es apagarlo…
Es evolucionarlo. Para ti, para tu equipo, para el impacto que estás llamado/a a crear.
Algo que he aprendido acompañando líderes es esto:
No siempre vemos cuando el ego se interpone. A veces lo disfrazamos con frases como “tengo carácter fuerte” o “así soy yo”.
Pero si miras bien… ¿cuántas oportunidades, ideas o personas se han ido sin decir nada?
No se trata de tener menos ego. Se trata de tener más conciencia. Más humanidad. Más liderazgo real.
Quizá este artículo no sea para ti. O tal vez te sembró una inquietud. Y si esa pequeña inquietud está ahí… ya diste el primer paso.
Liderar no es sólo mover resultados. Es dejar de ser el centro… para construir algo más grande que uno mismo.
¿Qué parte de este artículo se quedó contigo?






